Texto

Eres Polvo. Curaduría por Herminda Lahitte — Fundación Esteban Lisa, Buenos Aires, 2015

EL POLVO POR LA PARTE / LA PARTE POR EL POLVO
Exhibición individual en Fundación Esteban Lisa, Buenos Aires

Por
FERNANDA ARÁNGUIZ M.

Fecha
5 AGO. — 4 SEP. 2015

1
Dijo el filósofo: “Todo lo sólido se desvanece en el aire” [1], cuando habló de la modernidad, de la cultura alguna vez contemporánea y de su constante destrucción. Pero luego es esa parte muy menuda y deshecha la que fácilmente se levanta en el aire y, como un cúmulo de pensamientos y energía, se queda ahí, a la espera, un largo rato antes de desvanecer.

Antes de disgregarse en otro cuerpo que ya no es sólo cuerpo sino que es también potencia. Es que, como parte, aún remite a sí misma y a algo más que a sí misma. Y se amplía compartiendo sentido hacia la reconstrucción.

Se restaura un todo de aquella parte que, como la ruina, es capaz de imponerle una tarea al pensamiento: la de realizar una construcción nueva a la que nada le antecede, que se expande y se contrae esparciendo su naturaleza incompleta, que no es falta ni fractura sino sólo inacabado.

2
Entonces la obra, aquel espacio de apertura y particularidad, se revela como un nuevo intento inscrito en la incesante empresa humana de entender el universo. 

El universo y la vida y la historia de la vida, que no es posible reproducir la realidad y, sin embargo, existe. Cuando el sol irrumpe en la oscuridad, de algún modo nos parece que se ha solidificado el aire. Así van surgiendo las certezas que terminan por posar esas partículas de sólidos flotantes sobre planos, formas, fondos, contrastes, siluetas, recortes, de las partes y del todo.

Que se desarrolla a partir de uno, no otro que sí mismo. Concentración de elementos, grafías, personajes; a veces en marcha, a veces en penumbra, a veces ausencia, a veces traspaso. El todo, cimentando en hacer. Porque no se puede hablar de lo que se nombra sin antes haberlo hecho, es en la práctica donde aparece ante otros ese espacio que habita la inmensidad.

Lo vasto por lo que es uno, en la parte y por el todo. Del polvo la obra que no es fin, es recorrido, no es producto, es evidencia de que se hace. De la mano y lo hecho a mano, de lo humano ante el tiempo y la distancia para hacerla imperceptible.

3
No se nota el abismo en los grafismos ni en los colores en forma, son la cuerda y los retazos condición para lo inexplicable. Lejos de la mera forma, la obra es al mismo tiempo idea, sentido, despliegue de un sentido que deviene en la expansión y latencia de algo más que lo innombrable.

Si el nombre no es más que falta de precisión para referirse a lo mismo, la obra es clasificación que moviliza al pensamiento, síntoma de la mano que ahí, cuando habla, se extiende para que el otro, cuando escuche, encuentre con ella el absoluto. La obra es acto y convergencia de libre elaboración de sentido y de autodestrucción. 

De la sustancia que molida en partículas muy pequeñas aún exhibe su esencia. Al conocimiento por la prueba para llegar a la síntesis. Lo oculto en lo conocido. La identidad en pequeñas masas de color que se toman el soporte trazado y desaparecido bajo el grafito, en la silueta del animalario cuya ausencia nos recuerda al momento de su creación.

Reproducción del camino andado a tientas y a distancia, obligando la invención de lo nuevo y de lo mismo, que se invierte y se revierte en la hoja y en el muro. Un universo ordenado en la forma y en el resto, en la tinta y el reverso, en la matriz y en la estampa. La verdad que no se encuentra más allá de la experiencia.

Del descubrimiento cuando se escapa por la mano el pensamiento, origen, resultado y retorno del proceso, metáfora de aquella in-evitable despedida. Del inicio el transcurso y por la parte el polvo. No está el todo en el origen pero hay posibilidad.

[1] Por Marshall Berman, publicado en Nueva York en 1982.

ERES POLVO
Exhibición individual en Fundación Esteban Lisa, Buenos Aires

Por
Sebastián Vidal Mackinson

Fecha
5 AGO. — 4 SEP. 2015

El viaje, en sus disímiles acepciones, activa una nueva cartografía emocional que tolera un dislocamiento en la percepción, una extrañeza que configura una nueva topología donde los sentidos se anudan de manera diferente a lo cotidiano. Instala una condición de extranjeridad, con sus declinaciones en lo extra-ordinario, que sólo es suficiente si se sitúa una percepción disímil dentro del usual horizonte de expectativas.

Así, la experiencia de ser extranjero acepta la duda sobre lo dado, sobre las certezas, y se reconcilia con la contingencia que surge de un desajuste. Habilita un acomodo de la identidad en la que tradicionalmente nos reconocemos para reconfigurarse en una extranjería situacional, en una transición con implicancias diversas. Eres polvo, exposición de Elena Loson, da a ver piezas que se inmiscuyen sobre los tópicos de la ocupación, desocupación y reocupación vinculada a esta noción, como también a las negociaciones inherentes a la instancia de desapego en donde la percepción habitual pareciera, aunque sea por unos segundos y una eternidad, quedar en suspenso y la sugestión hacerse presente.

Eres polvo, entonces, muestra trabajos en dibujo que representan animales de juguete, productos serializados y de consumo masivo, en tránsito. Cebras, hipopótamos, elefantes, gorilas, camellos. Vistos de frente, de perfil, cenitalmente, por debajo… Aquí no hay particularidades, sino sólo representación de tipos, de animales ajenos a nuestra cotidianidad que sólo podríamos ver representados o en un zoológico en cautiverio.

Y alces. El animal que escapa a este conjunto de reconocimiento de delimitación geográfica precisa, con todos los componentes y matices de abstracción, fantasía e imaginación que alberga África como continente. ¿Qué hace un alce aquí? Opera como símbolo de las operatorias implementadas. Es el extranjero entre los extranjeros, la punta de la cual tirar para desanudar este meollo.

Loson trabaja con grafito. Con este material marca la línea y, también, cubre superficies. En todos los casos, no busca una representación ilusionista, pero si verosímil, y así señala la bidimensionalidad del soporte y las operatorias que implementa. La proporción entre su tamaño y los motivos estructuran narrativas en donde el tránsito o el agobio se muestran en dos zonas precisas: en una impera el color; en la otra, el blanco y negro. A su vez, opera con el residuo del proceso de constitución de una obra y lo reutiliza como huella de procedimiento y, también, como asunto. Muestra restos de las operatorias de las que se vale y es aquí donde, nuevamente, posibilita la apertura hacia la noción de extranjeridad. Al dar a ver el desecho, nos señala las cualidades poéticas que poseen y, en una dinámica tautológica, refracta en la sorpresa que la mirada encuentra en éstos. Y es aquí, entonces, donde la extranjeridad convive con nosotros diariamente.